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Un viaje en el tiempo, a través de castillos de cuento

En Viajando descubrimos algunos de los más impactantes castillos de nuestro país. Testigos de piedra; hoy se pueden redescubrir y en algunos casos visitarlos como legado mítico del esplendor de una época.

Entre finales del S. XIX y principios del S. XX (1880-1940) Argentina atravesó un proceso político, social y económico que le permitió un crecimiento sostenido durante varias décadas. De esta manera, las familias de clase alta acrecentaron su prosperidad y tomaron como hábito realizar grandes viajes para descubrir el Viejo Mundo.

La motivación principal giró en torno a la educación del gusto; en ese contexto, Londres y París se constituyeron como las ciudades faro para los viajeros locales, que según cuentan las crónicas llegaron a Europa llevando consigo desde una orquesta de tango hasta vacas para alimentar a sus retoños con leche fresca durante las tres semanas que demandaba el trayecto.

En estos periplos, los argentinos conocieron museos, artistas, escultores, arquitectos, casas de decoración; al tiempo que asistieron a cuanta tertulia se les ofreció; y entre fiestas y paseos adquirieron obras de arte que, en el caso de los espíritus más filántropos, donaron más tarde para constituir colecciones públicas como la del Museo Nacional de Bellas Artes.

En muchos casos la fantasía llegó tan lejos que los potentados locales invirtieron buena parte de sus fortunas en la construcción de palacios y castillos idénticos a los que habían visto en las colinas inglesas y en los valles franceses.

Para llevar adelante semejante tarea contrataron a arquitectos europeos que enviaron detallados planos o viajaron para hacerlos en nuestro país.

CASTILLO LA CANDELARIA. Un legado de familia.

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Centenares de palacios y castillos como La Candelaria forman parte cascos de estancia y estan insertos en la variada geografía argentina.
Centenares de palacios y castillos como La Candelaria forman parte cascos de estancia y estan insertos en la variada geografía argentina.

Allá por 1840, el partido de Lobos, en la provincia de Buenos Aires, era apenas el borde del área alcanzada por la civilización. A sólo 100 km. del centro porteño, los hermanos Piñeiro (Orestes y José) poseían farmacias tanto en la ciudad de Buenos Aires como en Lobos; y es entonces donde comienza la historia del castillo que originalmente fue una estancia llamada Los Pontones y que fue rebautizada como La Candelaria en homenaje a la esposa de Orestes, Candelaria del Mármol.

Luego de contraer matrimonio, la pareja adopta una niña, Rebeca; quien en su adultez se casará con Manuel Fraga, una figura destacada en el Jockey Club y otros centros sociales; además de intendente de Lobos.

En la década de 1880, el matrimonio recorre el Valle del Loira (Francia) y quedan encandilados con una de las construcciones que descubren allí; contratan al arquitecto francés Alberto Favré y en cinco años levantan la edificación principal de La Candelaria: un castillo de 1.200 m² con torres normandas, aberturas neogóticas e innumerables detalles del barroco francés, emplazado en la indómita llanura bonaerense.

Una recorrida por sus interiores permite descubrir el lujoso mobiliario Luis XV y Luis XVI, pisos de roble de Eslavonia, lámparas con cristales de Murano y caireles de Baccarat, una suntuosa chimenea de mármol de Carrara y una escalera principal que da acceso a los dormitorios y a las suites. Al subir descubrimos los vitrales que decoran las aberturas y regalan una paleta de colores que al contacto con la luz natural crean un efecto hipnótico único.

El área verde fue diseñada por el paisajista francés Carlos Thays, poblada por más de 240 especies como araucarias, casuarinas, pinos, eucaliptos, plátanos, ombúes, paraísos, higueras y palmeras.

Los jardines se conservan originales y al recorrerlos caminando, a caballo o en sulky descubrimos un hermoso conjunto de esculturas. Desde hace varias décadas La Candelaria es utilizada con fines turísticos y comerciales que permiten mantener en condiciones esta propiedad de gran porte. De esta manera se puede disfrutar de estadías de fin de semana, de un día de campo y de polo, organización de eventos o vacaciones en un entorno de ensueño.

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CASTILLO DE OBLIGADO. Una prueba de amor.

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El enigmático castillo de Obligado encierra historias dignas de una novela de s.XVIII. Vale la pena acercarse hasta sus alrededores.
El enigmático castillo de Obligado encierra historias dignas de una novela de s.XVIII. Vale la pena acercarse hasta sus alrededores.

Sobre las barrancas del río Paraná, a 215 km. de la capital argentina, en el partido bonaerense de Ramallo, el poeta Rafael Obligado mandó a construir en 1896 un castillo estilo europeo para honrar a su esposa, Isabel Gómez Langenheim, fervorosa lectora de las novelas del escritor escocés Walter Scott, cuyos relatos se caracterizan por un estilo romántico de ambientación gótica. Esta atmósfera inspiró a Obligado para diseñar una propiedad que fue construida por el arquitecto Adolfo Büttner en las tierras de la familia, donde 50 años antes, el 20 de noviembre de 1845, se produjo la Batalla de la Vuelta de Obligado.

Las paredes exteriores del edificio están cercadas por enredaderas que le confieren un aire de misterio. Desde el camino se logra divisar su figura gris oscura y atemporal, que remite a leyenda.

La edificación consta de tres plantas con ventanales ojivales, 24 habitaciones y seis baños. La leyenda local cuenta que por los corredores y galerías suele transitar Toto, un fantasma que hace desaparecer objetos o que cierra puertas misteriosamente.

CASTILLO DE SAN CARLOS. ¿El hogar del Principito?

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El Castillo San Carlos, su entorno y algunos de sus habitantes inspiraron al autor de El Principito para escribir su inolvidable historia.
El Castillo San Carlos, su entorno y algunos de sus habitantes inspiraron al autor de El Principito para escribir su inolvidable historia.

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El Parque San Carlos de Concordia es una reserva natural municipal, ubicada a cinco minutos del centro de la ciudad y a 420 km. de Buenos Aires.

Se destaca por sus selvas en galería, lomadas, montes casi vírgenes y una hermosa vista hacia el río Uruguay. Dentro del complejo se encuentran los vestigios del Castillo San Carlos, construido entre 1888 y 1891 para la familia Demachy, dedicada a los saladeros.

El breve periodo que la familia habitó este castillo dio lugar a un sinfín de leyendas. Cabe aclarar que la gran casona también fue alquilada a otras familias. En 1929, el castillo estaba habitado por los Fuchs Valon, quienes recibieron una sorpresiva visita, un aviador que buscaba una nueva posta para el correo. Sí, allí aterrizó Antoine de Saint-Exupery, quien quedó cautivado por la belleza del castillo y regresó varias veces.

Durante su estancia escribió “Las princesitas argentinas”, inspirándose en las dos hijas de la familia, y a modo de homenaje, en la actualidad puede verse una estatua de El Principito en el parque que rodea las ruinas. En 1938 un incendio

destruyó este castillo. Pero en la actualidad fue puesto en valor, y cuenta con un centro de interpretación que permite a quien lo visite imaginarse su esplendor y revivir una historia maravillosa.

En el libro “Tierra de hombres”, Saint-Exupery describe de manera muy poética su aterrizaje en el castillo. Dicen, además, que allí también se inspiró para escribir los hechos que acontecen en “El Principito”, donde un piloto se ve perdido en un desierto y se encuentra con un joven príncipe que procede de otro planeta.

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CASTILLO DE MANDL. Para descansar a cuerpo de rey.

Muy cerca de las estancias jesuíticas, Ongamira, Ischilin, el Museo Fader y el Museo Mujica Láinez, el Castillo de Mandl se alza como un testigo vivo de la historia de la región del valle de Punilla (Córdoba), distante a 700 km. del centro porteño.

Allí, en el valle, se despliega una belleza inigualable donde conviven arquitectura, campos de lavanda y la impronta de nobles y artistas que hicieron de La Cumbre un paraíso entre las montañas mediterráneas.

A comienzos del siglo XX, el médico rosarino Bartolomé Vasallo mandó a construir el castillo como residencia veraniega pero con una impronta de fortaleza medieval.

En la década del ‘30, la propiedad pasó a manos del aristócrata austríaco Fritz Mandl, dueño de un espíritu de vanguardia; quien llevó a cabo una remodelación plena de modernismo para la época

y decoración con mobiliario de la prestigiosa Casa Comte.

A partir de la muerte de Fritz Mandl (1977), el castillo, que había recibido la visita de decenas de artistas e intelectuales argentinos y europeos, permaneció cerrado hasta 2006.

Hoy sus puertas se abren para recibir y alojar a quienes buscan un espacio de descanso en medio de la naturaleza, y eligen disfrutar de cada uno de sus rincones, con una excelente gastronomía e innumerables actividades al aire libre como trekking, cabalgatas, bicicleta y parapente.

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El Castillo de Mandl es uno de los secretos mejor guardados del Valle de Punilla. Sus espacios interiores y el paisaje circundadnte son verdaderas joyas de Córdoba.
El Castillo de Mandl es uno de los secretos mejor guardados del Valle de Punilla. Sus espacios interiores y el paisaje circundadnte son verdaderas joyas de Córdoba.

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